Y una vez
más entras a mi casa con los ojos vacios.
Es frustrante
no saber qué día vas a caer. No para vos. Para mí. Porque yo soy la que tiene
que soportarte en ésta realidad, la realidad de todos. Y vos estás ahí, en tu
mundo, haciendo un inútil esfuerzo de pasar desapercibido llevándote toda la
atención. Tu oscuridad opaca nuestra cena, nuestro humor, nuestra comodidad,
nuestro hogar.
¿Te acordas
cuando vos eras la persona que nos ayudaba a brillar? Yo tampoco.
Nuestra
relación se basa en un vinculo económico, quizás en tu fantasía no sea
así; invito a la realidad a golpearte
como tantas veces lo ha hecho conmigo.
Igualmente,
no vas a sentir lo mismo, no vas a sentir dolor ni decepción porque forman
parte de tu persona. Ese es mi principal problema, no quiero que me consumas,
no quiero que trasmitas eso a mi familia. No te quiero acá.
Puedo verte,
pero no me permito mirarte a los ojos. Asco es la palabra, siempre lo fue.
Y no solo
cuando el color de tu mirada se desvanece, inclusive en los días soleados, en
esos momentos de eclipse entre nuestros mundos, sigo advirtiéndote, tu
tempestad amenazando mi tierra una y otra vez.
¿Cómo puedo
confiar? No espero nada de vos. Solo aguardo hasta que yo pueda hacer el cambio
al que vos nunca te animaste.
Cientos de
sermones creé en mi mente, miles de palabras vomitadas que me trague con tanta
repulsión, sentimientos destrozándome por dentro que nunca te hicieron daño,
pero todos van dedicado a vos. ¿No lo podes ver? Claro que no. En tu universo
soy perfecta, todo lo que no podes ser. Pueden caerme docenas de rayos que voy
a lograr convertirlos en energía ¿No es así? ¿No es tan fácil ser yo y tan
difícil ser vos?
Tus manos
ásperas, tu aliento oxidado y tus ojos envenenados ¿Quién sos? ¿Por qué todavía
te permitimos entrar? Nadie lo hizo, solo pasas como si realmente formaras
parte de esto.
No te
necesito al lado mío, necesito la tranquilidad que nunca en mi vida pude tener.
Necesito esa paz que nunca voy a lograr si nuestros mundos siguen chochando. La
distancia es mi peor enemiga, por eso quiero que te vayas con ella. Ustedes dos
me lastiman, seguro se llevarían bien juntas.
No te
espero, me canse de hacerlo.
Jamás una disculpa logro escaparse de tu boca.
Quizás tu cerebro lo intenta por dos segundos hasta que lo enmudeces con
alcohol. Lo insensibilizas, una y otra vez.
Ojala fuera
tan fácil para mí.
Pero en mi
familia no me enseñaron a arreglar las cosas matando mis neuronas. No sé sobre
la tuya. Quizás algún día tuvimos la misma sangre, pero ahora todo lo que corre
por tus venas es veneno.
No me
toques, no me quemes.
No me
ahogues, no me asfixies.
No te quiero
cerca.
No quiero
sentirte nunca más, ni pensarte, ni hablarte.
Déjame, por
favor.