jueves, 10 de mayo de 2018

Buscando una manera de sacarte de mi vida, se me ocurren miles, pero ninguna que no me duela.
Es que, ¿cómo hago? para dejar de hablarte, si hace más de dos años que sos parte de mí, que sos mi diario intimo, al que le cuento todo, en los mejores días y en los peores. Te hablo hasta en mi mente para después decírtelo cuando te vea, te hablo todo el tiempo, te hablo ahora, cuando escribo, sabiendo que nunca me vas a leer, que no me vas a responder, que no me vas a escuchar. Te escribo igual.
Si sos mi lugar de paz, mi día de descanso, mi tesito de merienda. Sos el único lugar donde siento que pertenezco, donde me siento yo misma, donde no tengo que preocuparme por nada. Sos el único que me hace sentir segura, que me hace sentir acompañada.
Imagino mi vida, donde ya no tenga tus abrazos, ni tus besos, ni tus caricias. Imagino mi vida sin vos, y ya estoy llorando.
No me acuerdo como era. La vida me pesa el doble cuando tengo que enfrentarla todos los días yo sola. Sé que soy suficiente, pero eso no quita el dolor, el dolor que se que se viene.
Y lloro, bebé. Porque estas pero no.
Intento no ponerme intensa, pero es la única manera que sé sentir.
Intento ser más poética, más elegante, más literaria. Pero las palabras se me pierden en el huracán que hay en mi estomago, y bueno, salen las que pueden, las que se salvan, las que quedan.
Pienso, en la inmensidad de tristeza que siento, y sabiendo que prácticamente todas las personas del mundo pasan o van a pasar por lo mismo, igualmente me siento tan sola aca, intentando amarte un poquito menos para que no sea tanto el sufrimiento.
Hay una violenta tormenta afuera (y adentro), que no sé que hacer, en estos momentos son en los que te pido consejos, te pido refugio. Pero ahora no tengo donde esconderme, y hace tanto tiempo que no me quedaba varada abajo de la lluvia, sin techito, sin abrazos; que me olvido como moverme, como ver, como seguir.