Gracias. Gracias por todo ese dolor.
Ese que me demandó tanta atención que me vi obligada a explorar nuevas maneras de escribir para poder darle una forma, lograr describirlo, expresarlo como sea para poder sacarlo de mi cuerpo.
Pero principalmente, porque aprendí que la poesía se lee mejor teniendo el alma rota, dejándola pasear por tus heridas hasta hacerlas cicatrizar.
Porque entendí, que esta fue escrita para sentirse y no para analizarse.
Me abrió la puerta al inframundo más hermoso que tiene la literatura.
Ahora la puedo disfrutar de verdad.
Es claramente, una manifestación de cada pedazo del corazón.
Por eso a veces encontramos algunas que riman, otras que no tanto.
No se rige por reglas, puede perder su forma pero jamas su esencia.
Te puede mezclar lo físico con lo emocional.
Lo celestial con lo terrenal.
La realidad con los sueños.
Te separa el tiempo del espacio.
Te separa el cuerpo del alma.
Lograr apreciar la poesía por lo que es, me ilumino la vida hasta el fin de mis días.
Y por eso les agradezco, porque nunca podría haber logrado disfrutarla así estando sana y feliz.
A la poesía no la cambio por nada.
Cuando la leo, la siento recorriendo mis venas, acoplándose a mi ADN. La veo construyendo mi camino, ayudándome a avanzar, a conocerme a mi misma. La escucho aumentando mi entropia y rompiendo todos los contratos sociales.
Me arma y desarma a su gusto. Otra vez vuelvo a ser su musa.
Y que bien se siente entregarme completamente a ella. Porque me enseño a amar(me) de verdad.
No querría una vida vacía de sus versos.
Y no lo podría haber logrado sin que me rompieran el corazón.