lunes, 9 de septiembre de 2019

Pronostico del día


Sentado en el sillón puedo escuchar como se avecina la tormenta desde la ventana. Intento concentrarme en el sonido del viento ignorando a los demás sentidos para evitar ese amargo olor a cerveza y ese fuerte dolor en la mejilla que me dejo su mano.
Mi mamá entra por la puerta, la noto empapada, por agua y por cansancio. A veces la veo llegar con una bolsa, y eso quiere decir que la señora para la cual limpia la casa, le dio algunas cosas para traer, puede ser ropa, o comida, a mí me gusta cuando son juguetes o lápices; pero hoy no era el caso, hoy llegó vacía.
Lo escucho pararse en la cocina, acercándose a nosotros aplastando el piso con cada paso, y trayéndose encima todas esas nubes negras que me aterran.
Empiezan los gritos, los truenos la sacuden, a mí me hacen sentir diminuto. Que no son horas para llegar le dice, que con quién estaba, que siempre hacía lo mismo. No sé por qué mi mamá no le responde, seguro estaba con doña Antonia ayudándola a terminar con algunas costuras, yo lo sé porque a veces la acompaño y hasta me piden a mí que les enhebre las agujas.
Pero ella, nada, no abría la boca. Aunque igual iba a ser difícil escucharla con todo ese ruido que hacia la tormenta dentro de casa.
Él la agarra, yo corro a mi cuarto. Odio ver cuando le caen los rayos encima, llegan con tanto odio y tanta fuerza, que le dejan marcas en la piel y sombras en la mirada.
Me tapo con las sabanas pero pareciera que el frío ya es parte de mi cuerpo. Pienso en otra cosa, en que para mañana iba a mejorar, dijo el noticiero. Que el agua cae para limpiarnos había escuchado, pero a mí me parece que viene a robarme la infancia, porque no me deja salir a jugar.
Mi mamá se acuesta al lado mío y me abraza.
Yo me pregunto, cómo es que dicen que mañana va a salir el sol, si ella está acá y no puede dejar de llover.