sábado, 28 de noviembre de 2020

Deficiencia

Sobre los asientos, esperanza.
Encima del altar, mentiras.
En el libro, improbables.
De comida una hostia.
De bebida, un vino solo para él.
El resto, bocas secas. 
Bocas hambrientas.
Largas túnicas y ojos vacíos.
Miradas cómplices, susurros peligrosos.
Palabras huecas, ilusiones vanas.
Amén.
Otro domingo igual.
En la habitación de ellos, dinero de otros dueños.
Los niños, ansiosos, una y otra vez,
con más esfuerzo
tal vez la próxima. 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Declaración del desvarío

La lluvia y todo lo que no soy me ayudan a levantarme.
Cuando el calor de la tierra sangrando no me sofoca, es más fácil encontrarme.
Me faltan letras, tengo hambre de poesías.
La pantalla como el peor de los espejos porque no revela nuestro exterior sino algo más profundo, más interno.
Más me desconozco, más me pierdo en todas las vidas que no estoy viviendo.
Esperando la respuesta que nunca llega de mi ángel de la guarda, otro más que me abandona a mi suerte.
Embebecida en el agua que de tanto limpiarme me dejo sin esencia, se llevo mi dolor como mi decencia.
Arrastrándome por atención de números encriptados, de rostros sin ojos, de palabras sin sonidos. De quién hoy es solo un eco de canciones que alguna vez me representaron, de sonidos que fueron latidos pero ahora no son más que zumbidos que la noche amordaza.
Ese temible cielo oscuro que todo lo tiene de mí pero nada quiere, lo supo antes de mi nacimiento; la noche tan eterna, tan inevitable, jamás se amistaría con una de las pecadoras efímeras. Nosotras alardeamos de nuestra hermandad porque conocemos de su silencio, que no nos contradice pero tampoco nos acepta. Nos juzga y nos protege, la religión de un mundo sin sombras pero tristemente abstracto, con déficit de colores.
Hay un abismo que nos atraviesa, pero la historia no olvida: estamos hechos por agua y por vida, en esta fábula son los meteoritos quienes nos esquivan.