martes, 4 de mayo de 2021

04, mayo 2021.

 Vuelvo, después de un mes. Me divierte demasiado leer el diario de George RR Martin, que hace diez años es literalmente acosado todos los días para que escriba un nuevo capítulo; lo que hace que obviamente no cambien para nada sus avances con el libro.

Consumo mucho todo el discurso de que para mejorar hay que estar escribiendo constantemente, mínimo tres veces a la semana, escribirlo todo, hacerlo real, materializar esas ideas. Hacer, hacer, hacer. Y muchas veces siento que nunca voy a llegar ahí, a que me salga naturalmente o a obligarme tampoco, odio la idea de forzarme a escribir y me da miedo querer abusar de las palabras hasta llegar a aborrecerlas: "no voy a hacer algo si no tengo las fuerzas suficientes porque no va a salir bien" es mi excusa día a día y así es como paso horas acostada en mi cama pensando en la cantidad de tareas que me quedan por cumplir.

Otra vez me despidieron, llego el momento al que tanto le temía pero también para que el que me venía preparando. Fue una situación curiosa, mi supervisor me dice "Ya sabrás que hoy es tu último día, es una lástima, me caes muy bien, sos buena y hermosa. No te puedo decir más por protocolo" Un premio a este señor que me pone triste e incomoda en el mismo momento. Yo le agarro la mano, le agradezco por la oportunidad, realmente, se sintió como un segundo hogar durante todo el tiempo que estuve. Él me dice "Igual no desaparezcas, seguimos en contacto ¿me vas a mandar un mensaje, no?". En mi cabeza me rio de lo ridículo que suena, ¿disculpa? ¿me estas echando pero después pretendes "que sigamos hablando"? Hasta me da ternura este hombre que tiene dos años más que mi padre; no hay nada acá. Durante su discurso se le escapa un "Te quiero", me causa gracia, estoy segura que no lo dice en serio pero él tampoco es bueno manejando estas situaciones y yo mirándolo, lo entiendo. No puede verlo pero hay una sonrisa debajo de mi barbijo. Me voy, aprendí mucho, probablemente no en lo laboral pero si en lo social. Casi que me infiltre en su mundo adulto, casi que no se dieron cuenta que solo soy una nena queriendo un poco de plata para comprarme libritos y lapiceras lindas. "Después voy a mandar un mensaje de despedida, en general, agradeciéndole a todos" Le respondí. Quiero abrazar a mis compañeras porque sé que no las voy a ver más, pero hay una pandemia. No me queda más que irme. "Es mi último día, panita" le aviso a Ibraí "No me digas eso, te vamos a extrañar" me saluda agarrándome la mano porque hay que mantener el distanciamiento social. Cuanta gente maravillosa. Atravieso las puertas con un nudo en el estomago y un calor en todo el cuerpo. No es triste, solo es nostalgia porque yo también los voy a extrañar. Un poco me salvo esta gente y este trabajo, porque llego mágicamente hasta el agujero en donde me encontraba durante la cuarentena. Ahora salgo un poco mejor, un poco más sana.

Bioy Caseres escribió <<Al poner a calentar el agua para el mate, meditó que una vida, por breve que sea, alcanza para dos o tres hombres; con relación al maté él fue un hombre que lo requería siempre amargo, después uno que no lo tomaba porque le caía mal y ahora se había convertido en un fiel devoto de los mates dulces.>> Yo fui la niña que no tomaba mate porque no lo entendía, soy la joven que lo toma dulce tres veces al día y también seré la mujer que vaya tomarlo amargo en el futuro. Cortazar dijo << Mirá, un maté es como un punto y aparte. Uno lo toma y después puede empezar un nuevo párrafo.>>