Me antepongo a mi dolor como si eso atenuara el golpe que me tiene de rodillas.
Le confesé el vértigo que me causaba cada vez que decía "Tengo miedo de que te vayas" ¿A dónde? le preguntaba. Pero no le dije que ya estoy tan lejos, que nos separa una materialidad inamovible y cientos de kilómetros. ¿No ves que somos solo espejismos de nosotras mismas? ¿Cómo no te das cuenta, mi amor, que no existimos?
Cada una siendo el tormento de la otra. Yo, obligada a amarla estrictamente solo con palabras, todas y cada una de las veces que desearía narrarla con mis manos. Y ella con su hermosura cristalina, atrapada en la jaula de mi pantalla, reducida a una realidad que me fue negada.
Hay veces que le confieso sobre mis cicatrices abiertas y no le gusta. No quiere saber de todas aquellas personas que amé. Quiere que seamos solo nosotras dos, que nos orbitemos sin tocarnos por la eternidad. Me dice "Voy a estar queriéndote hasta que te parezca prudente confiar en mi" pero yo sé que me miente.
Tengo la certeza que al final de los tiempos me va terminar maldiciendo, por promesas sin cumplir y besos que nunca llegaron a destino. Llegará el día que no le sea suficiente mi idea ni mi voz. Su cuerpo me va a reclamar suspirando hacia el vacío hasta percatarse que no soy real, ni ahora ni en el futuro. No estoy y no voy a estar (aunque quisiera)
Tendrá que crecer exorcizándose de mi nombre por este cariño fantasmal que me sobrevive. El duelo interminable por una familia que no nació.
Yo lo atravieso de la única manera que sé, guardándome su delicadeza en el bolsillo para las noches famélicas, asfixiando su magia antes que llegue el silencio. Ese que tarde o temprano nos va a ahorcar, al que solo se lo puede vencer con más silencio. Desapareciendo atrás de su sombra, siguiendo su huida de mi como testigo condenada.
¿Cómo solo tres o cinco noches de ternura nos trajeron a estos meses de desidia? Si lo hubiera sabido. Si ella supiera de todas mis pequeñas traiciones ¿sería menos o más doloroso? No hay salida, mi amor, perdón. Te advertí que no me siguieras hasta acá, por algo lo llaman el fin del mundo.
Yo puedo vivir extrañándola pero no me perdono ser quién rompe ese corazón de luna que me puso en las manos. ¿Cómo se hace?