Habían pasado más de cinco años desde la última vez que te vi. Y hoy, volviendo a escuchar tu voz, me acuerdo lo eternamente enamorada que estoy.
Pasó mi vida, pasó la tuya. Somos dos personas diferentes a las que eramos aquella noche que nos despedimos (sin saber que sería la última)
E inclusive así, otra vez estamos acá. Y todavía lo tenemos. Nos miramos y sabemos todo del otro, como si nada hubiera cambiado, como si nosotros no hubiéramos cambiado.
Como si yo tuviera quince años, y vos dieciséis.
Miro tu sonrisa, se me pone la piel de gallina. ¿Cómo es posible querer tanto a alguien? ¿Cómo es posible que el sonido de tu voz cure todas las heridas que vengo arrastrando desde que nos dejamos? ¿Cómo es posible que existas?
Y me decías, que mi problema era idealizar demasiado a la gente (y cuanta razón tenías).
Y me preparaste para lo que se venía. Fuiste el único que me advirtió, que crecer no era como lo imaginaba, que disfrute ese momento porque todo pasa, todo tiene su final (y cuánta razón, mi amor)
Volver a verte me recuerda a esas noches interminables que pasábamos hablando por teléfono, sobre la vida de la que tan poco sabíamos, de cómo podíamos imaginar nuestro futuro, de nuestras canciones favoritas. Y lo recuerdo todo, porque en ese tiempo no existía nada más, no existían mis preocupaciones, mis responsabilidades, ni mis temores. Solo existíamos vos, yo, y ese aparato que nos unía.
Volver a sentirte, me recuerda que jamás voy a volver a sentir lo mismo por otra persona.
Porque nos formamos juntos, pero sabemos que nuestro final no es uno al lado del otro, todo lo contrario.
Vos no naciste para atarte a algo, a alguien, viniste a este mundo a llenarlo de luz con esa sonrisa, y seria demasiado egoísta de mi parte quitarle eso al resto.
Yo no nací para seguirte, estoy acá para construirme y conocerme. Para escribir, leer, y hacer que cada día me pertenezca.
Esta tierra no puede con nosotros dos juntos, sería demasiado.
Todas las noches estoy a punto de llamarte, solo para recordarte, que pase lo que pase, siempre vas a ser vos. Donde sea que estés.
Pero no quiero hacerte retroceder, porque sos de los que se lleva por delante el mundo. Cruzarme en tu camino ahora, hasta parece peligroso.
Y el reencuentro de una noche no cambia nada (como no lo hicieron estos años de distancia), porque al fin y al cabo, una parte tuya vive en mí, y viceversa.
Puede ser que un par de días quede atascada en el sabor de tus labios y en el color de tus ojos. Pero aprendí a mirar hacia adelante, porque me enseñaste a superarlo todo (inclusive a vos)
Verte brillar siempre fue mi pasatiempo favorito, así que no me queda más que recordarte con una sonrisa. Por todo lo bueno (y lo malo) que nos llevo a cada uno al lugar en dónde estamos.
Espero de todo corazón, que seas verdaderamente feliz en muchos momentos (porque eso es la felicidad), y cuando te sientas apagado, podes leer todo lo que alguna vez te escribí.
Llévate algunas letras mías cuando estés de viaje, total, si se trata de vos, me brotan las palabras con tanta facilidad que me desbordan.
Eternas gracias. Ojala que la vida nos vuelva a encontrar otra vez, para que me cuentes de tus metas cumplidas y yo de las mías.
Pero si no lo hace, quiero que sepas que te amo, desde ayer y hasta el día de hoy. Y como vos decías, del futuro no nos podemos asegurar nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario