El tiempo pasa y te vas desvaneciendo rápido (pero no lo suficiente)
Todavía me cuesta entender la complejidad del corazón (del cerebro), al leer todas las palabras que te dedique y sentirme tan distante a esa persona que estaba enamorada de vos. Y yo que pensaba que si era amor entonces no podía desaparecer, escuche decir a Juan Solá, que no se termina sino que muta, quizás a una forma en la que el "amor romántico" no lo reconoce, entonces es como si pasara a ser otra cosa distinta. Pero todavía es, y lo sé porque aunque hayan pasado meses, todavía me revuelve el estomago ver una foto tuya.
Pero esto es lo que pasa.
Empieza mi día, miro mi celular, no hay mensajes de buen día hoy, no está tu mensaje en realidad. Así que me levanto, me preparo un té verde y escucho mi radio favorita a las nueve de la mañana. Miro el cielo, hoy va estar fresquito. Mejor me llevo una campera más abrigada. Salgo de casa tranquila, lista para llevarme el mundo por delante. Olvido como solías llamarme ¿amor? ¿bebé? ¿linda?, no sé. Me pongo los auriculares.
Estoy en la facultad, uno de mis lugares favoritos en el mundo. La gente tirada en el pasto leyendo, un chico tocando la guitarra abajo del sol, los perros paseando sin correas. Me compro café, saludo a mi compañera, me pongo el guardapolvo y entramos al laboratorio. Cada día me fascina más la ciencia, es como mi magia personal. Me olvido de las películas que te gustaban mirar y de tu canción favorita. Tomo notas sobre los enlaces hidrocarbonados.
Mi mentora y amiga, Lorenzo, me regalo libros nuevos. Los termino en una semana, leo en mi casa, en cafeterías, en la plaza, insisto en leer en el colectivo aunque sé que me hace doler la cabeza. Hago anotaciones, donde haya letras es donde pertenezco. Me compro lapiceras y cuadernillos nuevos. Me emociono leyendo a Belen Lopez Peiró y es un honor conocer el trabajo de Milan Kundera. Se me olvida el color de tus ojos y el corte de pelo que tenías la última vez que te vi. Paso a la siguiente página.
Voy a conciertos, lloro escuchando a Ed Sheeran en vivo y le juro amor eterno a Matty Healy. Grito escuchando las guitarras de Arctic Monkeys, el mejor show de mi vida. Las canciones suenan a la par con mi ritmo cardíaco, me duelen los pies de tanto saltar pero mi alma ya esta despegada de mi cuerpo desde que las luces del escenario se prendieron. Que me falte todo, menos la música, pienso. Y me olvido del sonido de tu voz, no me acuerdo de los gestos que hacías para explicar algo. Grito otra vez, se viene Arabella.
Vamos al cine con mi hermano, como los viejos tiempos. Yo invito la película y él paga la comida después. Hablamos de política, de música, de feminismo, y de la última temporada de Game of Thrones. La persona que más amo en el mundo y el único hombre que nunca (todavía) me rompió el corazón. Me cuenta sobre el podcast de cine que descubrió hace poco, lo escucho completo por el resto de la semana. Me encanta. Y me olvido como se llamaba tu hermana y que te gustaba hacer por las tardes. Empiezo una serie nueva.
Llego a casa, me reciben mis perros. Me explota el corazón de amor. Mi mamá hizo milanesas, hoy juega River así que vino mi papá a visitarnos. Nos reímos los cuatro, los seis.
Me acuesto en mi cama y quiero extrañarte pero no me acuerdo como se sentía tu tacto. No me acuerdo que hacíamos los domingos a la noche, ni de que hablábamos antes de irnos a dormir.
Y yo que pensaba que nunca iba a poder soltarte, pero aunque no lo quiera, mi memoria ya esta llena de nuevos recuerdos que ahora son más importantes, los poemas de Elvira Sastre o la risa de mi mejor amiga.
Me levanto al día siguiente, me preparo un té verde.
Ni siquiera miro el celular antes de salir de casa.
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