domingo, 2 de enero de 2022

 Las páginas ásperas me secan las manos. Un tacto que no deja huellas, que no toca. La caricia que duele. El conjunto de palabras, que tan lindas se ven, que tan poco dicen. En sus descripciones detalladas, todo lo oculta, todo lo que de verdad necesito saber.

¿Estas mendigando mi atención, así como yo hago con la tuya? No puedo descifrarte. No te conozco y no te soporto pero estoy dispuesta a renunciar estos valores si me invitas a dormir esta noche en tu cama. 

¿Estas escribiendo, al igual que yo, porque la oscuridad de la noche es demasiado ruidosa? Seguramente ficción, en tu pobre intento de crear una realidad que te sea menos cruel, una historia en donde puedas descansar tranquilo.

Hace tiempo que no escribo cuentos, nunca los sentí mi fuerte. Nunca soy fuerte dentro de la escritura. No es propio de mi esa narrativa poderosa, segura, confiada. Mis textos son borradores que a veces se publican, son una confesión bien elaborada, son los pecados que no encontraran un perdón ya que nadie los esta escuchando.

¿Qué busco esta noche? ¿Qué busco en este texto? ¿Quién esta del otro lado?

¿Me estas viendo?


- el año pasado, inútilmente intentando ignorar mi ansiedad por recibir tu mensaje, que no llegó hasta meses más tarde cuando por fin te había silenciado, escribí esto:

Caigo en las redes de lo absurdo cuando no comprendo si me gusta él o lo que simboliza, no sé si quiero que me bese o quiero que me escriba. Si me eriza su tacto o sentir que sus manos me narran, me vuelve un poco infinita, me pinta de inmortalidad. Y yo le creo, entre tanto palabrerío, en el zizgueo de su lengua a veces en su boca y otras veces en la mía; en la temblequera de sus manos que le demandan escribir (como las mías, que me piden tocarlo). Esos mismos demonios que no le permiten descansar ni siquiera cuando intento compartirle un poco de mi sol.

En la oscuridad que lo envuelve le susurró a su mente escandalosa "soltate, esta noche no tengas miedo de caer, estoy aca y bastante sé sobre abismos". Pero no es suficiente, no lo soy. Mis deseos de salvadora quedan en eso, en vanas intenciones, creyendo que mi cuerpo es el antídoto definitivo, pero solo soy una dosis de morfina que antecede a la promesa de un dolor profundo e irreparable.

Kiss by the Hotel de Ville, Robert Doisneau.

No hay comentarios:

Publicar un comentario