Siento su presencia sobre mí
como si pudiera distinguir
un resto de sus células en la parte superficial de mi piel,
una esencia viva
que el jabón no pudo
(no le permití)
arrebatarme.
No interfieran en nuestras escenas de libertad,
de salvajismo, de humanidad extrema.
Todo aquello que creía definido,
tan inamovible que era nuestra realidad,
la dibujamos a nuestra conveniencia,
creando nuevas leyes de anarquismo total
en ese pequeño espacio que separa nuestras bocas;
espacio vacío,
que existe tanto hasta volverse absurdo
hasta desaparecer.
Me dejo llevar como si nunca hubiera conocido la culpa,
como si nada de lo que pase
después de agarrarme de la cintura
fuera a tener consecuencia mañana
o al día siguiente
o a todos los que le siguen,
a cada uno de ellos.
¿Cómo escribir ficción después de vos? Dije.
Solo hay poesía con vos, bombón. Me dijiste.
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