Algunas veces, envidio tu indiferencia. La
manera en que ves las cosas, o mejor dicho, la manera en que no ves. No
te das cuenta, seguís y seguís, nada te para.
A mí, en cambio, cada sentimiento me estanca. Todo me paraliza, me lastima, me saca de mí misma. Camino con seguridad fingida frente a lo desconocido, para
aparentar una cierta fortaleza que no tengo, porque al más mínimo percance, ya
quiero volver, desaparecer, terminar con ese momento.
Vivo con este peso en el pecho, que con cualquier estimulo,
aunque sea muy pequeño, ya empieza a arder con una fuerza incesable, aunque
todo pase, no para hasta encontrarme llorando en cualquier rincón del mundo.
Vos ahí, tan indiferente a mi universo.
Yo, dejando
parte de mis lágrimas en cada almohada, en cada baño, en cada viaje.
Me convenzo que soy fuerte, pero solo me lo repito dentro de
mi cabeza, porque no logro formular las palabras, se me olvida como hablar
cuando se trata de mí misma.
Y lloro, algunos días de la semana, a veces espero a estar
sola, en otras no tengo tanta suerte y trato de calmarme antes de tocarte el
timbre o de entrar a trabajar. Es que necesito sacarlo.
El mar y las olas que viven dentro de
mí se enturbian por nada, no puedo controlarlas. Intentando esconderlas pierdo
mis fuerzas y mis motivaciones. Así que trato de no ocultarlas más, porque
tengo miedo de perderme yo.
Son las cinco de la mañana. Las siento correr furiosamente desde la punta de mis pies hasta el centro de mi cabeza. Se genera un caudal catastrófico en mi estomago que ya no sé descifrar ¿Es hambre o sed? ¿Son ganas de vomitar o acaso son solo fantasmas?
Nunca comprendo mi cuerpo, siempre lo siento ajeno a mí, como si todo lo que pasara fuera en segundo plano, narrando como omnipresente sobre mi forma física.
Es como si yo, la que estoy escribiendo, estuviera atrapada dentro de este cuerpo, al cual me adapte, pero no me siento correspondida. Como si algunos hechos o situaciones fueran totalmente independientes de mí, como si a veces no lo dominara porque se desprende de lo que soy.
Así es como me encuentro más en guerra conmigo que con el mundo, porque quiero dormir pero no tengo sueño, quiero salir pero no tengo ganas, quiero tanto pero siempre me quedo en ese limbo, que nunca llega al hacer concreto.
Pierdo mis fuerzas con todo esto, y con vos.
Lucho para no explotarte encima y ahogarte con mi agua salada. Al mismo tiempo que te abrazo rezando que no me cortes, que esta vez no me lastimes, que no se te escape una espina porque me estoy quedando sin parches.
La constante batalla me consume todos los días, mientras te miro y pienso, lo mucho que me gustaría estar durmiendo así como vos, tan sereno y tranquilo. Tan lejano a mis demonios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario