martes, 17 de diciembre de 2019
2019
Me arden las manos pidiéndome que escriba algo.
Me quema el pecho, gritándome, que las palabras tengan tu esencia.
Yo me rio, porque mi cabeza es rídicula.
En el fondo, sé que no quiero agarrar la lapicera porque sé que tarde o temprano termina trazando tu nombre.
Me molesta, claro que me molesta mucho. Porque yo soy más que eso.
Mi arte, te pasa por encima.
Mis ideales, mis principios, mi lealtad, te dejan sin posibilidades.
Mi corazón, por su parte, solo me pide que deje de ser tan testaruda, que quiere sentir algo, lo que sea, para silenciar al dolor aunque sea un ratito.
Pero yo insisto con la idea de que la paz, al igual que la guerra, está también dentro de este cuerpo; solo tengo que encontrarla.
De las pocas cosas que me dejó este año, lo que más valoro, es la sinceridad conmigo misma. Real a lo que defiendo, ante todo y ante todos.
Entendí lo mucho que duele crecer. Duelen las raíces, las flores brotando, duelen las decisiones, duele la incertidumbre. Pero al final, logramos ver todo con una perspectiva distinta.
Muchas cosas ganan nitidez al mirarlas desde la distancia.
Seguir hacia arriba, sin perder de vista el sol pero con los pies firmes en la tierra.
Con el fin de este año, te vas. Te saco de mis textos, de mi casa, te saco de mi piel.
Solo necesito agua y luz. El resto después vemos.
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