martes, 5 de mayo de 2020

III. Una carta a todas las que me curaron el corazón

Leyendo un texto de Valentín que termina con un "A veces las despedidas también pueden ser bellísimas", pensé en todos mis finales, y en cómo ninguno de ellos pareciera tener un desenlace poético, mucho menos uno resolutivo.
Termine dándome cuenta que esas relaciones, evidentemente, no fueron correspondidas, pero al final de todo, el verdadero amor siempre estuvo para mí, para sostenerme, para levantarme.
Mi primera relación fue la más dolorosa, principalmente por la inexperiencia pero también fue muy agresiva. Me acuerdo de salir del colegio corriendo para que mi ex no me vea llorar, y como a la vuelta de la esquina siempre estaban Fiorella y Nicole esperándome, abrazándome. Esa es mi increíble suerte, tenerlas a ellas dos al lado mío, cada una sostenía una mitad de mi corazón, no dejaron que se caiga, no dejaron que se rompa.
Mi segunda relación fue larga, tuve muchas caídas, me costaba infinidades avanzar. Y todas las veces, llegaba a la casa de Flor, rendida, sin voz, con los ojos rojos; ella lo sabía, no me preguntaba nada al respecto, me miraba, me prepara unos mates y se sentaba en el solcito a cantarme canciones. Florencia sabe curarme con su simple existencia. Me permitía llorar por todo el tiempo que yo necesitara, no me cuestionaba, no me interrumpía "como quién aparece en medio del llanto/ y en vez de secarte las lágrimas/ te deja llorar/ hasta que terminas, / y así poder seguir viviendo."* Cuando yo me sentía mejor, ella se sentaba en el borde de la cama, y me leía poesía. (Y cada vez que lo recuerdo, me siento más abrumada de amor que nunca).
Cuando termine esa relación, no volví a mi casa porque no tenía suficientes fuerzas para caer en mi realidad. Fui al segundo hogar que conozco, Luciana. Eran las doce de la noche, a ella no le importaba, siempre me abre la puerta, no importa en qué momento yo vaya. Saludo a Pelusa, le grito a Alejandra que ya llegue y me acuesto en el sillón. Luli me escucha, me abraza y me entiende mejor que nadie (A veces me pregunto dónde estuvo todo este tiempo). Creía que a esta altura de la vida ya no se encontraban amigas así, pero tuve la inmensa suerte de conocerla. Se sienta al lado mío, pone Friends, yo me acurruco a su brazo y el mundo ya no duele tanto.
Cuando deje de hablar con el último chico que salí, ya había aprendido tanto que ni permití que me lastimara. Obviamente fue chocante, pero nada parecía tan catastrófico. Yo sabía que había amor al final de mi camino. Salí de casa, pase por el trabajo de él antes que llegara para dejarle su campera, seguí. Fui a la casa de Ludmila, nadie en la vida me recibe con tanta emoción como lo hace Donna. Nos sentamos a merendar, discutimos sobre música, películas, política, feminismo. Nos sacamos fotos, escuchamos canciones nuevas. Todo esta en orden.
La vida sigue, y a mí me acompañan mis amigas.
No le tengo miedo al futuro, ni al dolor, ni a todo lo que me espera, porque sé que las tengo a ellas.
Gracias por salvarme, una y otra vez, sin esperar nada a cambio.
Ahí esta mi amor correspondido, no necesito más.
Son el destino que siempre elijo.

*Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo - Elvira Sastre

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