martes, 16 de junio de 2020

Sueños



Recostado sobre el tejado de madera, manteniendo el equilibrio entre el techo y el abismo, entre el sueño y la realidad. Dormita pensando en el cuerpo humano, como todas las noches.
Las cabezas le parecen innecesariamente grandes, algunas son tan inmensas que no logran pasar por las ventanas en las que él suele escabullirse, ese era un problema.
Pero el resto de la anatomía era admirable, la longitud de los brazos y como terminaban en pequeñas garras de piel que le otorga el magnifico poder de tocar, sentir las texturas de la hojas de los árboles y el frío desliz del agua corriendo entre la manos. Obviamente se puede dominar el mundo cuando tenes en las articulaciones la suficiente virtud para sostener cualquier cosa que desees, desde un vegetal enterrado hondamente en el suelo hasta cualquier pez nadando en lo más profundo del océano. Inclusive hasta el más sencillo elemento posee la potencialidad de convertirse en una herramienta cuando podes modificar estructuras y cambiar formas a tu conveniencia.
Pero lo que más lo maravillaba era esa composición de patas. Porque en simplicidad eran solo dos, como las de él, pero con una fuerza imponente para mantener erguido el resto del cuerpo, como si fueran una burla a la gravedad, manteniendo a todo su ser recto y alto, cada vez más, creciendo hacia las nubes. Otorgándole a los ojos una vista casi infinita sin siquiera tener que moverse.
Se imaginaba caminando en la playa, al borde del mar donde las olas morían en sus pies, parado en el límite de los colores. Como si cada estímulo existente fuese creado para él, la aspereza de la arena mezclada con la espuma del agua salda, el viento siendo absorbido directamente por la piel que intenta inútilmente combatir el imperio del sol que domina sobre todo este cielo.
Una gota en la cabeza lo despertó, se levantó sobresaltado.
La realidad le cayó de repente en forma de lluvia punzante queriendo atravesarle las plumas, otro día siendo un pájaro, cansado de tener que huir de la sublime naturaleza en vez de poder admirarla, abrió sus alas y rápidamente fue en busca de un techo en dónde resguardarse.
Justo en la ventana debajo de ese mismo tejado, un hombre dormido soñaba por tercera vez consecutiva que saltando a un abismo insondable en vez de encontrar la muerte, descubría el poder de volar.

*Actividad a distancia (13), Sueños. Enviado a Pablo.

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