viernes, 14 de agosto de 2020

Abrazos clandestinos

 No va a ser nada nuevo admitir que extraño muchas cosas, como lo hacemos todes, de nuestra antigua vida.

Es el día ciento cuarenta y ocho de cuarentena pero los números hace tiempo que ya perdieron su valor, como también ahora la gente es indiferente a las horas o la cantidad de contagiados.

El mundo es lugar curioso y extraño. Principalmente para nosotros, los seres humanos dueños de todo a los que la naturaleza obligó a esconderse en su cueva nuevamente.

Un dos mil veinte vacío, silencioso, arrasador. Sobre todo, triste.

Obviamente extraño los besos y el tacto con otra persona, pero eso está lejos de ser mi mayor añoranza.

Quiero sentarme en el pasto, mirando el río, leyendo y tomando jugo de naranja. Como si la realidad fuera ese diminuto espacio de belleza, esa inmensidad del agua, del horizonte, del imponente sol. Quiero sentirme viva.

Principalmente lo que más extraño es a mi familia. Siempre fui consciente de mi suerte por ser parte de ellas y ahora que no las puedo abrazar hay una parte de mi alma que no puede sanar.

Extraño a mis tías, que son como mis amigas, que con cada copa de vino levantan más la voz y hablan sobre su recuerdos. Las mujeres más increíbles que conozco, que se ríen de su pasado que de tanto que las golpeó no se dio cuenta de que las estaba haciendo invencibles. Extraño que se muevan al costadito de la silla para dejarme sentarme en la otra mitad, que me cuenten cómo eran ellas a mi edad, que declaren sus secretos a los gritos porque ya no tienen nada que ocultar, porque estando todas juntas ya no existe el miedo. Porque estar en familia significa estar en casa.

El mes pasado, Flor y Rocio vinieron dos días. Mi felicidad está ahí en la risa de las personas que amo. Ellas, mi mamá, Fabian. Y de repente todo vale la pena, la espera, el encierro, la batalla por esta vida. Todo cobra sentido mientras las dos me abrazan de cada lado y yo me siento abrigada por primera vez en este invierno despiadado. Nos pasamos la noche cantando, hablando de nada y de todo, inventando juegos en el momento, probando tragos con todo lo que entre en la licuadora. Gritamos, nos peleamos, nos amamos más que nada. Discutimos sobre películas, política, feminismo. Lloramos contandonos nuestros miedos y nuestros descubrimientos. Siempre terminamos en nuestros padres. Son las ocho de la mañana y mi mamá dice que no la dejamos dormir asi que se sienta a hablar con nosotros. No queremos dormir, no podemos dormir porque no queremos que se termine, porque todavía nos queda mucho por decir. Porque necesitábamos esto. Porque no hay nada como mi familia. 

Mi tía Lili nos repite todos los días lo mucho que nos extraña. Después por una videollamada mientras mirabamos una película nos confiesa que le duele la garganta y que Omar dio positivo de Covid. 

A esta vida a la distancia le falta color (y piedad).

Hay momentos de luz pero el mundo que está allá afuera ya no es el mismo.

Yo me pregunto quienes vamos a ser nosotros cuando salgamos.

lunes, 10 de agosto de 2020

Las superpoderosas

 "Quería contarles que Gabriela, la que estaba embarazada, iba al parque todas las noches en bicicleta. Ataba su bici a un árbol y atendía a sus clientes ahí al lado. Y yo pensaba en este sistema de mierda donde dos criaturas que están en el vientre de una mina, tiene que asistir a semejante espectáculo. Les pregunto a ustedes si pensaron alguna vez que la poesía podía tener una forma tan concreta."

Eso nos comparte Camila Sosa Villada en su charla TEDx, y también en su libro "Las Malas", donde a muchos les gustaría encontrar ficción en uno de los relatos más crudos y honestos en la literatura argentina.

Las historias y la vida de las travestis que trabajan en la calle es una realidad que la sociedad se esfuerza constantemente en invisibilizar, encubrir y lo peor de todo, negar. Negarle el derecho no solo a su identidad, sino directamente a su existencia.

Si todos las conocemos, las vimos, las percibimos en la calle. ¿Por qué insisten en ocultarlas en la oscuridad, en las sombras, en la noche? ¿Por qué cuesta tanto darle la voz y el espacio que se merecen?

La violencia sistemática con las que se las oprime diariamente es inhumana. No solo de las fuerzas policiales, sino de comunidades enteras, en todo tipo de lugares y principalmente de los hombres que pagan para estar con ellas. Se creen dueños y señores, demonios que en realidad son débiles, con una masculinidad tan frágil que se puede romper con dos uñas acrílicas, con tres palabras de más.

Pienso en la cantidad de privilegios que me rodean, mientras que Camila cuenta como a mi edad sentía sobre su cuerpo el cansancio como de cincuenta años, después de tanta mierda, tanto odio, tanta muerte, tanto dolor. "Hace semanas me alimentaba solo a base de pan negro y mate cocido; pero no quería salir a trabajar" dice, y yo siento que como feministas le debemos algo, que no estamos luchando lo suficiente por estas mujeres que tienen una esperanza de vida hasta a penas los 40 años, con suerte.

"Tan solo con agachar la cabeza las travestis logran el don de la transparencia que les ha sido dado en el momento de su bautismo"

No puedo expresar la manera en que atraviesa y testifica ese libro, con sus voces y su realidad que si fueran escuchadas podrían destruir este falso orden social de lo correcto que creemos habitar. No me corresponde y no es justo que alguien más que ellas mismas cuenten su historia, que perforen los secretos de la sociedad, los fantasmas de los que se hicieron amigas en la noche, los pecados que les susurraron en el oído, la fuerza con que golpearon su existencia.

La lucha sigue, y cada día de su vida es una batalla ganada a este sistema que las silencia, que las esconde, que las castiga.

Hay libros que son necesarios. Hay personas, como Camila, que son totalmente indispensables, para romper estructuras y ahogarnos de verdad.

"Si alguien quisiera hacer una lectura de nuestra patria por la que hemos jurado morir en cada himno, esta patria que se ha llevado vidas de jóvenes en sus guerras, esta patria que ha enterrado gente en campos de concentración, si alguien quisiera hacer un registro exacto de esa mierda; entonces debería ver el cuerpo de la Tia Encarna. Eso somos como país también, ese daño sin tregua al cuerpo de las travestis. La huella dejada en determinados cuerpos, de manera injusta, azarosa y evitable, esa huella de odio."


viernes, 7 de agosto de 2020

5 días

01.

Leo un poco a Patti Smith cuando puedo (porque es un mes difícil), me envuelve con su cotidianidad y cariño, se siente como un abrazo. No todo tiene que ser fantástico. Hay historias enteras dentro de las tazas de café y los lapices de colores que valen la pena ser contadas.

Leí solo tres textos de ella. Me siento acompañada. Es como que mientras la leo puedo dar vueltas por sus notas, por sus cafeterías, por su casa, por sus pensamientos.

Hay una mundanidad extraordinaria que la caracteriza como a los poetas, donde desde lo más habitual crean hogares y evocan sentimientos.

La leo recorriendo calles, paseando por librerías, por restaurantes de la ciudad leyendo su libro del momento, escribiendo y anotando todo lo que pasa por su cabeza.

La siento tan real, una verdad que atraviesan a los amantes de la literatura, ese amor y compañerismo que se encuentra en la soledad y la autocontemplación.

Es hermoso como solo escribe sobre su día a día pero con su simple persona ya puede generar algo tan ameno, tas disfrutable como es leerla.


02.

Ya no sé que día de la cuarentena es, ni si seguimos vivos, ni si soy un ser humano real.

Tengo obligaciones que cumplir y bastantes tareas que tendría que hacer pero prefiero quedarme abajo del sol leyendo a Patti Smith. La quiero tanto. Sus emociones y su simpleza me emocionan.

Como ella busca los portales de Murakami por Japón, a mi me genera unas incontrolables ganas de encontrar sus cafeterías en New York.

Inclusive sin hacer nada, me ayuda a manejar certezas tan grandes que me llenan, me alimentan de tal manera que no necesito nada más.

Sin ningún esfuerzo y sin notarlo, ya recorrí la mitad del libro. Quiero abrazarla y abrazarme a sus historias un rato eterno más. Siento que quiero leerla para siempre. Que epifanía de la más hermosa haberla encontrado.

"Que fácil es enamorarse de un animal" dice, yo pienso en mis amores, en Castiel, en los perros de San Pedro, en lo fácil que me fue enamorarme de ella con tan solo dos textos. 

No sé exactamente porqué pero me tiene llorando, con ella solo me brota, me nace. Me habla de la casa azul mientras yo escribo en mi cuaderno de Frida. Me habla del feminismo que le queda grande porque ella ya es grande, pero la cito:

"Estaba rodeada de un puñado de conferenciantes en un foro de mujeres para mujeres, serias activistas cuyas tribulaciones apenas alcanzaba a comprender. Estar en su presencia era toda una lección de humildad y me preguntaba cómo servir a su causa. Les leí poemas, les canté canciones y las hice reír."


Me rodea de amor y siento que crezco, que encuentro deseos más puntuales, destinos por los que quiero luchar. Escribir sobre mujeres fuertes, artistas como ellas.

Quiero seguir leyendo pero no quiero que se termine. Quiero seguir viviendo pero no quiero que pasen los años.


03.

Actualmente no soy partidaria de marcar los libros por distintas razones:

Me gusta permitirle la solemnidad de lo impoluto a las formas de cómo eligió presentarse le autore, yo tengo mis propios espacios para desenvolverme y reproducir mis observaciones.

Por otro lado si en algún momento decido dar o regalarselo a alguien, prefiero que no esté condicionado por mis subrayados ni por mis notas; si hay algo importante, mi cerebro va a saber encontrarlo.

Por último y seguramente menos importante: lo inmaculado de lo material, de la textura con sus propias vibraciones, de sus olores, de su pureza. Es algo que no me atrevo a perturbar.

Pero el costado de algunas páginas de las memorias de Patti se me mancharon con café y, como diría ella, encontré magia en ese simbolismo, siento que no existe uno sin otro y por eso pasan la eternidad buscándose, encontrándose por todas partes en cualquier momento.

Ella viaja, yo lloro sentada en la escalera mientras la leo. Voy subiendo, estoy yendo.

No encuentro las palabras para explicarla y por eso mismo no la alcanzo, solo puedo observar y apreciar sus caminos pero suelo perderla de vista.

Mi celular sigue contando el tiempo como si la estuviera leyendo porque no sabe que escribirla es otra de las maneras que descubro de conocerla.


04.

Me prometí leer a Patti solo de día y al aire libre (si es abajo del sol mucho mejor), no se merece menos que toda esa vida que sabe compartir.

Me contagia sus pasiones con facilidad y ahora estoy llorando encima de la tumba de Genet pero nunca lo leí.

En el silencio de la tarde le prometo esa misma devoción hacia ella. La convierto en parte de mi persona.


05.

Los días se volvieron nublados porque termine el libro. Las tardes vuelven a ser prescindibles.

Cinco días tardé en leerla, cinco días tardé en enamorarme.

Patti Smith tiene 73 años, la seguí en Instagram, tiene el pelo largo recorriendo su espalda y su rostro con un color de tonos mezclados entre las cenizas y la nieve,

Buscándola la veo en un escenario de Buenos Aires con nuestro pañuelo verde, la veo sentada cantandole a mi presidente. Pienso ¿cómo puede ser que recién la haya descubierto? Y al mismo tiempo me siento afortunada de haberla encontrado.

Una serendipia es, entre tantos libros y tantas palabras, encontrar autoras que te inspiran inmediatamente, que tardan tres estrofas en convertirse favoritas.

Que te salven de un mes (y un año) tan difícil.