No hago buenos mates porque nunca me importó el sabor realmente, empecé a tomarlo más como una urgencia social y ahora lo tomo como una urgencia personal, no porque me guste, le pongo mucha azúcar porque disfruto más del ritual que de la cosa en sí. Tampoco me gusta la cerveza pero eso es más difícil disimular, es también la bebida social por excelencia, pero yo prefiero el alcohol de verdad.
Mis daddy's issues no me dejan tomar vino pero soy capaz de envenenarme con cualquier sustancia que me presenten, estoy trabajando en eso porque mi cuerpo ya no resiste de la misma manera que antes, pero para ser sincera cualquier excusa para evitar la realidad me parece irresistible.
Vivo un treinta por ciento afuera, es decir, en el mundo que me rodea. Pero principalmente vivo adentro de mi cabeza, en una realidad paralela donde soy otra persona, en otros lugares, en otras historias.
Pocas veces encuentro a alguien que me saque de mi misma, tampoco lo permito mucho. Me ahogo muy fácil, aprendí a disfrutar de mi soledad y un poco me enamoré de ella por hacerme sentir segura (a veces), también la odio de a ratos, cuando aleja a la gente sin permitirle ni conocerme.
Sé que querés que salgamos, que nos sentemos en un bar a hablar de la vida, y quiero ser esa que te dice sí sin pensarlo dos veces. Pero soy esta, que vive el con el celular en la mano pero nunca te va a contestar un mensaje, y no porque no quiera, en mi cabeza ya me imagine veinte respuestas diferentes para darte y las charlas que derivarían de cada una; pero no puedo, no encuentro las fuerzas entonces pienso "después le respondo", miro películas románticas, escribo, duermo, cuando me doy cuenta pasaron dos días "ya es demasiado tarde para contestar sin quedar mal, otro día busco una excusa para hablarle". Pero ese día nunca llega, o quizás sí, pero las fuerzas no. El tiempo paso, nunca fuimos a tomar algo, ya estas de novio, me alegro, se notaba que eras una buena persona, suerte en tu vida, la próxima será.
Pasaron las horas, yo nunca salgo de mi casa, el resto del mundo sigue ocurriendo pero no lo puedo ver desde mi ventana.
Ni siquiera puedo mirarme al espejo, ahora no hay ninguna parte de mi misma que me guste, y no me importa lo que me digan porque si yo no me gusto mucho menos me puede gustar alguien más. No quiero verte porque no quiero que me veas. Salir con vos es también salir conmigo y no me soporto, ni nos juntamos y ya sé que voy a estar repasando cada palabra y cada error por meses en mi cabeza, me ahorro ese padecimiento antes de que ocurra, me ahorro de mi misma si no me comparto con nadie más.
Te ahorro a vos una perdida de tiempo, porque me gusta llamar la atención y por eso busco que me veas, que me hables, que me mandes un mensaje en el que voy a estar pensando todo el día pero nunca voy a responder. Porque vivo en un loop del síndrome del impostor y todo lo que idealices de mí va a desvanecerse en cada paso que te acerques.
Hablo con orgullo sobre mi amor por la literatura cuando la mayoría de las personas que conozco escriben igual o mejor que yo, leo muchos libros, sí, pero probablemente mucho menos de lo que creas. Hablo sobre música pero hace años que escucho lo mismo. Hablo de mi trabajo, de mi carrera, disfruto cada día en el que paso desapercibida sin que nadie se de cuenta que quizás no soy suficiente, que no sé lo necesario, que no entiendo tanto como debería.
Y así como tengo miedo de todo lo que no soy, también soy totalmente inamovible con todo lo que creo, con todo lo que amo. Lo cual me hace exageradamente intolerante a cualquier comentario fuera de lugar que probablemente hagas y que no puedo dejar pasar. Porque soy egoísta y me amo más que nada para obligarme a estar con y donde no me sienta cómoda. Porque soy una impostora pero también soy mucho más, y quizás no es justo para vos que solo querés salir a tomar algo porque ni siquiera hago buenos mates ni me gusta la cerveza, pero si aceptas que te conteste dos días después me gustaría que te acerques un poquito más, porque hace mucho mucho tiempo que nadie me besa.
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