miércoles, 21 de octubre de 2020

Vida o muerte

 Acá, en el borde del abismo entre la vida y la muerte, cuando todos los problemas que alguna vez tuve se vuelven insignificantes frente al verdadero final, mis últimos segundos de existencia, que se me escapan en cada parpadeo.

Primero me llega el olor: humo, fuego, cenizas.

En segundo lugar comencé a escuchar el hambre de las llamas, como se iba tragando todo lo que encontraba a su paso, sin masticar, esclava de su propia voracidad.

Después fue el aire consumiéndose a gran velocidad, saborear las partículas sólidas de una combustión en proceso, un gusto negro, casi metálico, agrio.

Cierro los ojos, repaso lo que aprendí en terapia: intentar mantener la calma para no entrar en pánico. Analizar lentamente lo que me esta pasando.

Busco en mi mente toda la información que me pueda servir para este momento. Una vez leí, algo así como que el humo tardaba 15 minutos en afectar por completo al pulmón. Hago las cuentas, habré empezado a respirarlo hace aproximadamente 5.

Mi psicóloga me decía que todo lo que me rodeaba, las situaciones, el lugar, hasta mi propio cuerpo, eran estímulos superficiales que no podía permitir que dañen mi esencia, mi verdadera persona, quién soy realmente.

Contar hasta diez, respirar, encontrarme.

“Somos los que amamos” decía una canción que solía escuchar en mi adolescencia.

10. Inhalo. El mar

La manera más fiel que encontró el arte para manifestarse en materia, en elemento, en su mismísima inmensidad. La paz que me genera ver el vaivén de las olas, el agua fría recorriéndome la piel.

9. Exhalo, Castiel

Acostarnos abajo del sol, le leo mi cuento favorito mientras se duerme una siesta en mis piernas. Mi ángel, mi perro. Nueve años de pureza y felicidad.

8. Inhalo. Domingos

Asados en familia, vinos baratos, helados de dulce de leche, gritos y risas recolectando pedazos del pasado que el tiempo nos quiere arrebatar.

7. Exhalo. Mis amigas

Sus sonrisas mientras nos pasábamos el mate, los karaokes en inglés donde inventábamos nuestro propio idioma, miradas cómplices, noches de alcohol, mañanas de resaca y té negro.

6. Inhalo. Agronomía

Un poco de libertad en medio de la ciudad. Los árboles, los caballos, los estudiantes sentados en rondas. El futuro en nuestras manos.

5. Exhalo. Avenida Rivadavia. Empiezo a sentir el calor penetrándome, atravesando cada uno de mis poros. Mezclándose con mi sangre.

La marea verde arrasando el Congreso. Algunas lloran, otras bailan. Cada una lucha como puede, siempre juntas. Invencibles.

4. Inhalo. El oxígeno escasea, mi garganta arde. Elvira Sastre

Leer poesía en voz alta hasta quebrarme. Hasta romperme, porque del colapso nacen las galaxias.

3. Exhalo. Robbers

The 1975, la música que me salva. Las guitarras tocando mis cuerdas vocales, mis latidos en armonía con la batería.

2. La última inhalación, ya no existe el aire puro. Florencia

El mundo aparte que construimos. Nosotras dos. Creciendo y aprendiendo, la vida no da tanto miedo acompañada de tu mejor amiga.

1. Exhalo sobre el Barrio 202

Virasoro, el pueblito de Corrientes dónde nací, dónde está mi familia, mi corazón.

Tierra roja, veranos que arden.

Abro los ojos, el fuego está acá.


Los días grises

 Los días grises, lluviosos, fríos, nos pertenece a nosotros, a los poetas. El café negro, los corazones rotos, los vaivenes, amigarse con la soledad, odiarla después de unos minutos. Es como si estos días, dónde el resto del mundo se resguarda e intenta esconderse de las gotas, nosotros encontramos una razón para mostrarnos verdaderamente, para conocernos, para la auto contemplación.

Por esos tipos de pensamientos vagaba sentada mirando por la ventana de la cafetería más económica que logre encontrar dentro de las calles de Buenos Aires. “Siempre refugiándote en tus aires de superioridad” solías decirme, y cómo me enfurecía, porque tenías tanta razón. Porque desde la mirada artística, estar sola (otra vez) reflexionando sobre un glacial martes de invierno, era algo más mágico, más trascendental, más literario que la simple acción de la realidad, que era no tener con quién compartir el café y las medialunas que eran vitales en mis hábitos de supervivencia.

Entre el tercer y el cuarto sorbo, te encuentro caminando en la multitud. Imposible no verte, un rayito de sol atravesando este lúgubre clima y los rostros apagados de todos aquellos que te rodean.

Casi que me enoja ver como seguís igual de resplandeciente, como si la vida en vez de pasarte por encima, a vos te acompaña y te ayuda a crecer, te volves su amigo.

Sos el primero que veo recorrer la lluvia sin un paraguas. Porque en vez de evitarla, siempre te gusto apreciarla. Una de las pequeñas cosas que teníamos en común, los dos adorábamos los días así. Solo que vos siempre preferiste salir a sentirla mientras que yo me conformo con ser una espectadora y escribir sobre ella. Cada uno con su forma de venerarla.

Te creció el pelo, los rulos mojados caen sobre tu cara como una cascada marrón. Nunca aprendí a describirte de maneras más objetivas, más claras. Por suerte la naturaleza siempre me otorgó los recursos necesarios para encontrar metáforas y comparaciones exactas, que para mí, se adaptan más correctamente a tu persona que simples adjetivos vagos e imprecisos.

Me imaginé que pasaría si me vieras ahora. Si nuestras miradas se cruzaran por un milisegundo y recordarás la finita vida que tuvimos juntos. Si en esa pequeña conexión me dieras una señal, de qué sentís, de qué pensas, de qué nos pasó.

Entras a la cafetería y te sentas en frente mío como si fuera una cita planeada, sin pedir permiso, sin invitación porque el mundo es tuyo, como si yo fuera tuya.

“Hola” te digo, para simular que todavía tengo el control de la situación, para tener, al menos, la primera palabra.

“Hola, disculpa que llegue así de la nada, fue un impulso cuando te ví, no lo pensé bien pero ya estoy acá sentado así que no tenemos escapatoria”

Se me escapa una sonrisa inocente al darme cuenta que, a pesar de todos los meses sin vernos, estar con vos se siente con cierta seguridad como con un amigo con el que compartiste toda tu adolescencia y a pesar de la distancia, del crecimiento, todavía existe una confianza impenetrable de todas las historias que compartieron.

“Está bien, vamos a tomar algo y hablar de la vida, por los viejos tiempos”

Pedís un té negro, le pones poca azúcar porque pensas que tomarlo demasiado dulce es una falta de respeto al sabor de sí mismo, es decirle al té que su gusto no es suficiente. Siempre tan considerado.

“Te iba a decir que casualidad encontrarnos hoy, pero sería mentira. Vos en una cafetería, yo caminando por la lluvia. Un poquito de lo que somos. Así también nos conocimos ¿Te acordas?”

¿Cómo no me voy a acordar? Si escribí cientos de poemas sobre ese día, te hubiera respondido. Pero evito ser demasiado sincera porque siento que me pone en una posición más vulnerable. Y yo me prometí a mí misma, jamás volver a ponerme ahí. Porque con esa misma cara de ángel tenes la habilidad de destruir palacios enteros con pocas palabras. 

“Si me acuerdo, se me escapan algunos detalles. Pareciera que fue en otra vida” Respondo verdades a medias. Ni mucho, ni poco, lo justo.

“Pasaron cuatro años ya, no es tanto pero se siente como un montón. Cuánto cambiamos ¿no? Cuánto crecimos”

Me acuerdo de todo eso, de que los dos teníamos veinte años y buscábamos casi caprichosamente cumplir nuestros sueños, intentar vivir de lo que amábamos, intentar hacernos un nombre en la industria del arte.

Eso fue lo primero que nos unió al conocernos, nuestro hambre de encontrar y trasmitir belleza al mundo. El miedo a trabajar en una oficina, a tener una vida vacía de colores, de experiencias interesantes. El amor a las rimas, a los ritmos, a los ideales. Tan apasionados que rozabamos lo ridículos, Ni siquiera nos llevábamos tan bien pero estábamos todo el tiempo juntos porque manejábamos la misma intensidad, y al final del debate terminábamos acordando que todo es relativo, que ambos teníamos un poco de razón. Esa era la única manera de llegar un acuerdo.

Imagine que levantabas la mirada, me veías, entrabas a tener una última conversación conmigo, a ayudarme a cerrar este ciclo. Que nos reíamos, recordábamos y nos poníamos al día.. Nos felicitábamos por haber alcanzado nuestras metas, aclarábamos sobre lo mucho que nos amamos y cómo eso se transformó a otra cosa que no pudimos manejar, en que la única manera de salir sanos de eso era separarnos, de que está todo perdonado, que estábamos orgullosos. Que maduramos y cerramos ese ciclo.

Pero vos no me viste, porque no me estabas buscando (como yo a vos) y seguiste tu camino, que es otra manera de darme las respuestas que necesito. Porque simplemente ya no formo parte de tu vida, y aunque me duela admitir, vos tampoco perteneces a la mía.

Ya no queda lugar en mi poesía ni en esta cafetería para que te sientes. Seguí caminando debajo de la lluvia, yo prefiero quedarme acá calentita, mirándola. Despidiéndote con mis ojos.


lunes, 19 de octubre de 2020

 Gainza dijo que toda persona que alguna vez aspiró a ser escritor seguramente haya escrito algo sobre el mar. Yo agrego, que cualquiera en busca de ser poeta, le escribe sus primeros versos a la lluvia.

Ante todo esa nostalgia que nos alimenta, que muchas veces solo podemos encontrarla en los aspectos más crudos: el sexo, la soledad, el hambre o la muerte.

Desde que soy chica, mis primeras inspiraciones llegaron de la lluvia y de la música, deben estar conectadas en algún punto, en la expresión de la belleza sin las limitaciones de lo estético, de las barreras que son nuestros ojos.

¿Cómo les pueden pasar inadvertido, a tanta gente, los gritos de dolor que nos llegan en cada trueno?

Quizás es una advertencia de que ahí arriba no está el paraíso que tanto anhelamos.

El cielo intentando una y otra vez comunicarse con nosotros, creando su lenguaje hace siglos, lluvias, nieve, huracanes, no logramos entender sus patrones (no prestamos suficiente atención). Buscamos las respuestas en las posiciones de la luna y las estrellas, él se enoja porque no vemos que en realidad están más cerca todavía, solo había que levantar la mirada.

Desde aca sentada trato de descifrarla, pero al final, el sol totalitario y tirano despierta; silencia sin esfuerzo los alaridos de las nubes, no le gusta que molesten a sus creaciones.

Y a mi solo me deja con un texto impresentable.

domingo, 11 de octubre de 2020

que ayer solo eras toda la hermosura
eres también todo el amor, ahora.

- borges ♥

Otro camino

Naufragando por el bosque, con las ramas hambrientas arrancándome a pedazos la ropa, la noche masticándome los talones  y el viento susurrándome la salvación en un idioma desconocido. Con el mapa que está en mi mente pero perdió todos sus colores, sus señales y sus palabras. Con los gritos que mueren mucho antes de alcanzar mi garganta, y el frío que hace tambalear la poca valentía que todavía guardo en mi canasta, la que pareciera pesar más con cada bocanada de aire que abrazo.

Él aparece de la nada, nacido de las sombras como un ángel caído. Su pelo brilla más negro que la oscuridad y en sus ojos todavía ardían brasas de una hoguera en extinción. Todo su alrededor iluminaba.

Con su primera mirada yo ya había encontrado mi camino. Confirme lo que tanto se sospechaba de que la esperanza está ligada a la luz, porque en él encontré ambas.

Sin dirigirme la palabra ya estábamos comunicados. Tomó de mi mano, me aferré fuerte como un último soldado a su espada. Me guió entre las tinieblas con pasos firmes, decidido, parecía ser amigo de todos mis miedos. Me recordó a esos viejos cuentos que solía leer, dónde los navegantes iniciaban su travesía siguiendo una estrella en busca de sus deseos, él era la mía. 

Se detuvo, me mostró el camino indicado para llegar a mi destino. Yo no quería soltarme aunque era consciente de que no merecía su compañía eterna pero solo me bastaba con un par de minutos más, conquistar un pedazo más de infinidad, descifrar alguna palabra en sus ojos o en sus manos, robarme unos segundos más de su inmunidad.

No se despidió, ni tampoco me pidió nada a cambio, desapareció tan rápido como había llegado. La oscuridad ya no me asustaba sino que ahora era la soledad quien se había presentado, la que me robaba el aire respirandome en el cuello.

Pero tuve que seguir, ya no tenía excusas, mi abuela estaba esperándome.

Muchas veces me tentó la idea de escaparme hacia al bosque solo para buscarlo, es decir, para que él me encuentre. Termine apreciando esa naturaleza a la que tanto había temido aquella noche, aprendí a disfrutar de su escolta, a no escaparme hacía mis destinos sino a disfrutar el camino. En cada parte de la preciosidad de los árboles me lo encontraba, me reflejaban su hermosura pero nunca más volví a verlo.

Con el tiempo, los rumores lograron tergiversar la historia, la gente dice que me envió por el camino más largo para después comerme.

Jamás nadie me preguntó, pero deben existir peores formas de morir que ser devorada por él.

jueves, 1 de octubre de 2020

la rebelión comenzó
cuando los números multiplicados por cero
quisieron ser algo más.

Sobre bautismos

 La consigna es escribir sobre mis orígenes en la literatura, pienso, se me ocurre, ¿dónde empezó todo?

  • Cuando Sherlock Holmes, con solo tocarme las manos, me descubrió (el big bang dentro).
  • A los diez años, cuando le escribí esa carta a mi papá - que estaba en el hospital - pidiéndole, que si me amaba de verdad, no vuelva a ahogarse en su vino. (Nunca supe si la leyó, o si alguna vez me amo)
  • Cuando Alicia me corrigió un trabajo escribiendo en el márgen "espero que me dediques tu primer libro"
  • Cuando nací.
  • Cuando perdí mi corazón y sin buscarlo, terminé encontrándolo en un poema de Elvira Sastre.
  • Mientras recorría la narración de John Katzenbatch donde, al final, había una revelación sobre quién era (yo).
  • Cuando me perdí en el abismo de sus ojos y las palabras me dieron alas para poder recorrerlo.
  • Cuando caí al inframundo junto a Percy y Annabeth.
Quizás todavía nada empezó.