sábado, 18 de febrero de 2017

Descubrimientos en el año 2015

Recientemente me di cuenta de que soy, de hecho, una adicta a los sentimientos. A sentir, para ser más exacta.
Lo que, para ser sincera, complica mucho mi vida ya que toda mi existencia es una ordinaria rutina de aburrimiento.
Más allá de que otra de mis más grandes adicciones sean las letras, supongo que esa es la razón escondida de por qué disfruto tanto de la literatura, la cinematografía y toda la ficción en la que me veo diariamente envuelta.
Soy una consumista de emociones. Una obsesión psicológica tan grande que me afecta físicamente también, algo tan normal como una risa o una lágrima, algo tan trágico como un aumento de pulso en todo mi organismo. Es esa ‘piel de gallina’ durante una canción, y es ese ridículo bienestar personal cuando escucho su voz.
Para una simple adolescente con una vida terriblemente predecible es un problema bastante grave; ya que se podría decir que todo lo que me mantiene funcional la mayor parte del tiempo es mi imaginación.
Mi reciente descubrimiento explica mucho de mi persona, déjenme decirles.
El fuerte dolor de pecho que siento cada vez que me siento levemente atacada o afectada por algo, como si un mundo empezara o terminara a partir de eso, como si a alguien le perjudicara al igual que a mí. Es agresivo y exagerado, y permítanme confesarles que es agotadoramente asfixiante.
Esa abrumadora felicidad que siento por pequeñas cosas que no modifican mi existencia bajo ningún concepto, esa fortuna de la que robo un pequeño trozo para saciarme en ella, no es mía, no es de mi incumbencia, pero la disfruto descomunalmente como si de mi vida se tratara.
Ese amor incondicional que despierta cada una de mis células, las hace bailar, las hace sonreír. Ese cariño inimaginable hacia una cosa o una persona que existe solo en mi cabeza, porque somos realidades tan distantes que no parecemos del mismo mundo. Esa adoración indescriptible hacia todo o hacia la nada misma, pero más real que mí propio universo.
Y ese odio que pareciera que corre por mis venas, que me llena de una forma aterradora. Que a veces me domina. Ese enojo extremo al que le tengo miedo, pero sé que le pertenezco en muchas formas, ya que algunas veces soy su esclava. Ese rencor que viene sujeto de una indignación que no hace más que ahogarme. Esa incomprensión terrible que me vuelve irracional.
Polos tan separados e intocables. Todo o nada, no hay intermedios.
Mi cerebro hace sentir a mi cuerpo como toda esa ficción con la que llene mi cabeza. Y ahora soy una víctima en mi cuerpo. Que no puede hacer más que resignarse a vivir intensamente una subsistencia vacía y llena de dudas.

Todo es mi culpa, me amo y me odio por ello. Me hace increíblemente feliz e intolerablemente triste.



ESCRITO EL 25 DE MAYO DEL DOS MIL QUINCE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario