miércoles, 15 de febrero de 2017

Nadie

Podrían llamarme oscuridad, porque en eso me había convertido.
"Dime con quién andas y te diré quién eres" decía el refrán, entonces yo no era nadie; o era silencio, era soledad, era vacío.
Perdí la cuenta de los días que llevo dentro de ésta prisión. Tenía una pequeña ventana que me revelaba nada más que árboles, algunas veces, si tenía mucha suerte; sentía unas pequeñas gotas de lluvia que llegaban a través de la pequeña abertura de mi celda, éstas humedecían mi cara y me recordaban que seguía viva, que todavía pertenecía a ésta realidad.
A veces me murmuraba a mí misma para no olvidarme cómo sonaba la voz humana, y otras veces, mi mente se sumía en un intenso silencio que comenzaba a olvidar las palabras o los nombres de las cosas.
Me preguntaba si las personas podrían morir ahogados en su propio vacío, si la gente que estaban rodeada de nadie se podría convertir en eso, en la nada.
Y así fue, dentro de mi celda fui nadie por años, hasta que olvide cómo respirar.
Hasta que olvidé cómo ser un humano.

Escrito a principios del año dos mil catorce.
Inspirado en el texto "Celebración de la voz humana/2" de el señor Eduardo Galeano.


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