lunes, 23 de marzo de 2020

Nihil


 Di tu palabra y rómpete” Nietzsche


Se levantó, pero al caminar se sintió incomoda moviéndose sobre sus dos piernas, entonces apoyó sus rodillas y las dos palmas de las manos, era un animal en cuatro patas.
El calor penetraba por las paredes y por su piel, la ropa la sofocaba, era una prisión a su alrededor. Se liberó, dejo al húmedo aire recorrer su cuerpo desnudo.
Estaba hambrienta, su estómago se retorcía como si se hubiera tragado un pequeño demonio. Mirando la cocina se dio cuenta que no reconocía ningún elemento, mirándose a sí misma desconocía hasta sus manos, olvidó como se usaban los pulgares. Las ideas en su cabeza no tenían forma, eran más bien un río de pensamientos incontenibles.
Salió de su casa, se acomodó sobre sus dos piernas nuevamente, y corrió.
Era una imagen peculiar la que le ofrecía a todos aquellos que la observaban pasar, se movía rápido, demasiado quizás, pero era esa misma adrenalina de su corazón golpeándola con fuerza lo que la motivaba, poniéndose a prueba a ella misma, desafiando las leyes de la física para comprobar si verdaderamente los latidos podrían partirle el pecho. Descubrió que si abría la boca y sacaba la lengua era más fácil respirar, entonces lo hizo.
Se dirigió al que siempre fue su restaurante favorito, al que solía ir todos los viernes a la tarde a almorzar. Se acordó de la pecera que tenía el lugar, se le hizo agua la boca.
Cuando finalmente llegó, entro caminando despacio entre las mesas, los comensales la miraban atónitos mientras digerían su elaborado desayuno, nadie se animaba a interrumpirla, mucho menos enfrentarla.
Sabía exactamente lo que había venido a buscar, se movía lentamente hacia su objetivo, recuperando aire, observando a los pescados nadar tranquilamente en su pequeño mundo artificial, escépticos a su presencia y a todo el curioso escenario que ella estaba protagonizando en ese momento.
Con sus sentidos más despiertos que nunca y sus habilidades que parecían potenciadas, como si fuera la primera creación del Señor, la más genuina y pura sin toda la contaminación de la evolución sobre su ser, metió la mano en el recipiente rápidamente para poder agarrar una de esas criaturitas, lo sintió retorcerse entre sus dedos, luchar por su diminuta vida como si fuera la último que le quedara.
Logró sacarlo del agua, antes que se le escapara, antes que la detuvieran, se lo puso en la boca para masticarlo. Eso quería, saborear esa sangre agría mezclada con el agua dulce y el gusto a pescado, pero las pequeñas espinas se le clavaron en las encías, en un movimiento espontaneo y primitivo, escupió los restos en el frío piso de mármol.
A su alrededor podía percibir como las personas movían la boca, gritaban, aullaban, no entendía los sonidos, las palabras ya no tenían forma ni sentido, se había olvidado cómo funcionaba el lenguaje humano.
Al final, ella también gritó. Gritó más fuerte que todos, con un alarido casi bestial que parecía venir del origen de su existencia, una voz hecha de fuego que le quemaba la garganta. Su boca abierta de par en par, estaba virtuosamente roja, por su sangre, por la del pescado, por la de su historia.
Cerró los ojos, y se desvaneció.
No es que se haya desmayado. Sino que físicamente fue desapareciendo hasta que de su presencia no quedo más rastros que el piso sucio y los peces alborotados.
Hay pruebas, hay videos que grabaron los testigos. Se puede ver exactamente como su figura se va distorsionando con su entorno hasta que se pierden los límites de su cuerpo y después no está más, simplemente se consumió con las llamas de su voz.
Fue una noticia viral por todo el mundo, obviamente, en su barrio no se habló de otra cosa por años.
Pero como con todo, el tiempo se cobró sus deudas, hizo que los hechos fueran aceptados como ediciones mal hechas en las imágenes, su historia se volvió inverosímil, y como ella, termino disipándose en el aire.

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